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Más vale estar solo que mal acompañado

  • Foto del escritor: centroencara
    centroencara
  • 27 may
  • 2 Min. de lectura

Desde que tengo memoria, he escuchado a las personas hablar de la soledad con mucho miedo, como si de un monstruo se tratara pues se la asocia con el abandono, la tristeza o incluso la locura.


Vivimos en una sociedad que valora la conexión constante: se nos anima a estar rodeados de amigos, a compartir cada momento en redes sociales, a evitar el silencio.


Desde la infancia se nos enseña que estar solo es sinónimo de estar “mal”.


Así, la soledad ha sido injustamente condenada, ignorando su potencial como fuente de autoconocimiento, crecimiento y bienestar.


Este estigma no es casual pues en tiempos antiguos, pertenecer al grupo era cuestión de supervivencia: quedar fuera de la tribu podía significar la muerte e incluso era usada como medio de castigo o advertencia. Esa necesidad evolutiva se ha transformado hoy en una presión social por estar siempre disponibles, visibles y acompañados.


Sin embargo, la vida moderna también nos abruma con muchísimas expectativas, muchas de ellas contradictorias entre sí.


En ese contexto, la soledad voluntaria no es un castigo, sino un acto de amor propio.


Estar solo cuando es una elección ofrece beneficios profundos, permite conocernos de la manera más sincera, nos enseña a disfrutar de nuestra propia compañía, a hacer las paces con nosotros mismos y a no tener que mantener vínculos que no nos favorecen solo por el miedo a la soledad.


En la soledad, también florecen la creatividad, la reflexión y la autenticidad. Es en el silencio donde muchas veces nacen las ideas más claras, los cambios más necesarios, las verdades más íntimas.


Resignificar la soledad no implica negar el valor de las relaciones humanas


Al contrario quien ha aprendido a estar bien consigo mismo está mejor preparado para relacionarse desde un lugar sano, sin exigencias ni dependencias. La soledad, cuando se acepta, nos conecta con los demás desde la plenitud, no desde la carencia o el miedo.


Para aprender a verla desde otra perspectiva hay que estar en contacto con ella, sin juicios, sin prisa y con total apertura al aprendizaje. Se nos ha enseñado por tanto tiempo que debemos evitarla a toda costa que muchas veces ni siquiera sabemos cómo es, que es lo que pasa si estamos solos.


Es por eso que quiero invitarlos a darse un momento para ustedes mismos, y ver qué es lo que les puede decir esa soledad.


“Un hombre puede ser él mismo solamente mientras esté solo; y si no ama la soledad, tampoco amará la libertad, pues sólo cuando se está solo se es libre.”-Schopenhauer

Psic. Ana Paulina Mariscal Quirarte




 
 
 

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