El miedo a ser percibidos termina cuando aprendemos a mirarnos
- centroencara
- 19 nov
- 2 Min. de lectura
Hay un miedo del que casi no se habla, pero que muchos sentimos: el miedo a que nos vean de verdad. No solo que nos miren, sino que nos perciban. Que noten cómo estamos, que se den cuenta de lo que sentimos o de lo que intentamos esconder. A veces es ese nervio que aparece cuando alguien nos pregunta “¿estás bien?” y sabemos que si respondemos honestamente, algo se va a romper.
Este miedo suele venir de experiencias pasadas. De cuando mostrarnos fue motivo de crítica, de burla o de rechazo. Entonces aprendemos a protegernos: a mostrarnos “bien”, a sonreír aunque duela, a evitar hablar de lo que realmente pasa por dentro. Poco a poco, ser percibidos empieza a sentirse peligroso, como si mostrarnos tal cual somos nos volviera vulnerables o menos valiosos.
El problema es que, cuando nos escondemos demasiado, también perdemos conexión con los demás, y con nosotros mismos. Nos desconectamos de lo que sentimos, de lo que necesitamos y de lo que somos cuando nadie nos mira. Nos volvemos expertos en aparentar calma. Vivir así puede parecer seguro, pero también cansa.
Aprender a dejarse ver es un proceso lento. No siempre tiene que ver con los demás; muchas veces se trata de atrevernos a mirarnos nosotros mismos con más honestidad y menos juicio. Empezar a reconocer lo que sentimos, incluso si no nos gusta. Escuchar a nuestro cuerpo, al cansancio, el enojo o la tristeza, sin taparlos con prisa. A veces empieza con algo pequeño, como decir que no estamos bien, admitir que algo nos dolió o permitir que alguien nos acompañe sin tener que disimular.
Mostrarnos no nos hace débiles. Al contrario, es una forma de honestidad que sana. Al final, no es solo que otros nos vean, sino que nosotros podamos vernos sin miedo. Porque cuando empezamos a hacerlo, la vida se siente un poco más real, más habitable y más nuestra.
Psic. Katya Margarita Ruiz Villalobos
Comentarios