Hechos vs Opiniones
- centroencara
- 15 jul
- 2 Min. de lectura
¿Alguna vez has reaccionado intensamente a algo y luego, al tomar distancia, te das cuenta de que las cosas no eran tan graves como parecían?
A todos nos pasa. En ocasiones, interpretamos las cosas de una manera que no siempre es tan precisa, y esto puede hacer que nuestras emociones se disparen.
¿Qué es un hecho y qué es una opinión?
Un hecho es algo que puede observarse, medirse o comprobarse, por ejemplo: “mi amigo llegó tarde a nuestra cita.”
Una opinión o interpretación es el significado o valor que le damos a ese hecho. Por ejemplo: “llegó tarde porque no le interesa pasar tiempo conmigo.”
Cuando lo que ocurre nos duele, nos incomoda o nos genera incertidumbre, nuestra mente intenta explicarlo rápidamente. El problema es que esas explicaciones no siempre son precisas, y cuando las tratamos como si fueran la única verdad, nuestras emociones y acciones se basan en una versión distorsionada de la realidad.
No reaccionas a lo que pasó, sino a lo que crees que pasó.
Cuando confundimos un hecho con una interpretación de un hecho, nuestras emociones pueden surgir en función de lo que creemos que está pasando, no de lo que realmente ocurre. Actuar desde una interpretación sin tener la certeza de que así es como ocurrieron las cosas, puede llevarnos a acusar a otros injustamente, a responder de forma defensiva o agresiva y a alejarnos de personas que no tenían una mala intención. Esto genera malentendidos, puede llegar a romper la confianza y puede escalar a conflictos.
Llegamos a experimentar mucho malestar al confundir una interpretación de un hecho. Por ejemplo: si asumes que alguien está ignorándote intencionalmente (cuando en realidad está distraído o se siente mal), puedes experimentar enojo, tristeza o ansiedad, ¡cualquiera lo haría!
Cuando una emoción se siente desbordante o incómoda, un primer paso puede ser preguntarte: “¿Qué estoy asumiendo y qué sé con certeza?”
Esta simple pregunta puede ayudar a frenar reacciones impulsivas, a validar lo que sientes sin que tus emociones dirijan todo tu comportamiento y a responder de forma más hábil.
No se trata de ignorar lo que sentimos, sino de darnos un espacio para observar y reconocer que lo que creemos no siempre es la única verdad.
Aprender a distinguir entre lo que ocurrió y lo que pensamos o asumimos que significa, es una habilidad clave para mejorar la manera en que nos relacionamos, entendernos con más claridad y poder regular nuestras emociones. Al hacer esta habilidad parte de nuestra vida, nos damos la oportunidad de actuar desde un lugar más libre, menos reactivo y más conectado con lo que realmente importa.
Recuerda, la claridad no elimina el dolor, pero sí alivia el peso con el que lo cargamos.
Psic. Cindy Navarrete
Comentarios