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Hablemos del suicidio

  • Foto del escritor: Alexa Perez Salazar
    Alexa Perez Salazar
  • 11 ago
  • 4 Min. de lectura

Hablar del suicidio nunca es fácil. Es un tema que duele, que incomoda y que muchas veces preferimos evitar. Pero también es una realidad que está presente, muchas veces en silencio, con familiares, compañeros, amigos o incluso con nosotros mismos.

Como psicólogo, sé que hablar del suicidio no lo provoca. Al contrario: el silencio, la negación o el miedo a abordarlo son factores que pueden perpetuar la conducta suicida.


¿Qué sabemos sobre el suicidio?


Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 700,000 personas mueren por suicidio cada año en el mundo. En México, es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años (INEGI, 2023).

Pero detrás de cada número, hay una persona, una historia. Personas que vivían un sufrimiento intenso, muchas veces invisible ante los ojos. En la gran mayoría de los casos, ese sufrimiento pudo haberse tratado si hubiera habido acceso a apoyo emocional o atención profesional oportuna. 


¿Por qué se suicida una persona?


Una de las preguntas más difíciles de responder, y que muchas veces surge desde el dolor, la culpa o la confusión es: ¿Por qué alguien se suicida?

La realidad es que no hay una sola causa. El suicidio es un fenómeno complejo que no surge de la nada. Por lo general, es el resultado de una acumulación de factores psicológicos, sociales, y a veces biológicos; estos generan un nivel de sufrimiento que la persona siente como insoportable.

A continuación, te comparto algunos de los factores más comunes implicados:


1. Trastornos mentales

La mayoría de las personas que mueren por suicidio presentan algún trastorno mental no tratado o mal atendido: depresión mayor, trastornos de ansiedad severos, trastorno bipolar, adicciones, entre otros.

Estos trastornos pueden generar sentimientos de desesperanza, aislamiento, falta de actividad diaria, sobre-pensamiento negativo, impulsividad o pérdida del sentido de la vida.

Pero tener un diagnóstico no significa que alguien se va a suicidar. El riesgo se incrementa cuando no hay tratamiento ni red de apoyo.


2. Eventos de vida traumáticos o estresantes

Situaciones como:

  • Pérdida de una persona significativa

  • Rupturas afectivas

  • Violencia o abuso (físico, sexual, psicológico)

  • Problemas económicos o legales graves

  • Enfermedades crónicas o dolor físico constante

  • Acoso escolar o laboral

Estas situaciones pueden detonar una crisis emocional intensa, sobre todo si la persona ya tiene antecedentes de vulnerabilidad.


3. Factores sociales y culturales

  • Aislamiento social

  • Discriminación (por orientación sexual, identidad de género, origen étnico, etc.)

  • Falta de acceso a servicios de salud mental

  • Normas culturales que condenan el pedir ayuda o exigen “aguantar”

Todo esto puede generar una sensación profunda de no pertenecer, de no tener salida o de ser una “carga”.


4. La “salida”

Algo que muchas personas no saben es que la mayoría de quienes contemplan el suicidio no quieren morir como tal. Lo que desean es dejar de sufrir. Pero no encuentran cómo.

Ahí es donde la intervención puede hacer la gran diferencia: ofrecer apoyo, escucha, compañía, tratamiento, estrategias... todo eso abre caminos donde la persona ya no veía salida.


El suicidio no es un acto de egoísmo, cobardía o falta de fe. Es un acto de desesperación, de sufrimiento profundo y de una percepción nublada por el malestar.

Comprender esto nos humaniza y nos responsabiliza: como sociedad, como profesionales, como personas cercanas.


¿Qué es la ideación suicida?


La ideación suicida es la presencia de pensamientos, imágenes o deseos relacionados con morir o quitarse la vida. Puede manifestarse de distintas formas:

  • Ideación pasiva: pensamientos como “ojalá no despertara”, “no me importaría si algo me pasara”.

  • Ideación activa: pensamientos más estructurados, con intención o incluso un plan para llevarlo a cabo el suicidio.

No todas las personas que tienen pensamientos suicidas intentan hacerlo. Pero la ideación es una señal de alerta importante que debe tomarse en serio y abordarse con cuidado, sin juicio ni minimización.


Señales de alerta


No siempre hay señales evidentes, pero algunas conductas pueden indicar que alguien está atravesando una crisis:

  • Aislamiento repentino

  • Cambios bruscos en el estado de ánimo

  • Pérdida de interés en actividades cotidianas

  • Comentarios sobre la muerte, la inutilidad o “despedidas” emocionales

  • Entrega de objetos importantes como regalo o preparación para resolver asuntos personales


¿Qué podemos hacer?


1. Escuchar sin juzgar

La escucha empática puede aliviar más de lo que imaginamos. Hay que evitar frases como “no digas tonterías”, “eso es de débiles” o “échale ganas”. Validar el dolor no significa reforzarlo: significa reconocerlo y abrir espacio para procesarlo.


2. No tener miedo de preguntar

Hablar directamente del tema puede ser incómodo, pero preguntar con cuidado (“¿Has pensado en hacerte daño?”, “¿Cómo te has sentido últimamente?”) no incrementa el riesgo, al contrario: puede ser un apoyo para quien no se siente escuchado.


3. Buscar ayuda profesional

El suicidio casi nunca es una decisión repentina: suele ser el resultado de un sufrimiento prolongado. La atención psicológica o psiquiátrica adecuada puede salvar vidas.



Recursos de ayuda en México

Si tú o alguien que conoces está pasando por una crisis, hay líneas gratuitas y disponibles 24/7:


  • SAPTEL: 800 822 3737

  • Línea de la Vida: 800 911 2000


También puedes acercarte a centros de salud mental, terapeutas particulares o instituciones que ofrecen atención psicológica.


Una reflexión final


Pedir ayuda no es señal de debilidad o de rendirse. Es reconocer que necesitamos acompañamiento, y esto nos hace más fuertes: más humanos.


Si estás pasando por un momento difícil, quiero que sepas que hay personas dispuestas a apoyarte. Hay procesos y caminos posibles que valen la pena caminar. Y si conoces a alguien que podría necesitar apoyo, a veces basta con estar presente, con preguntar, con escuchar… hace la diferencia. 

Hablar del suicidio salva vidas. Compartir información también.


Psic. Clínico Gerardo Valle García


 
 
 

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