top of page

El duelo: un puente entre el dolor y el amor

  • Foto del escritor: Alexa Perez Salazar
    Alexa Perez Salazar
  • 11 sept
  • 2 Min. de lectura

Perder a un ser querido es una de las experiencias más profundas y transformadoras de la vida. La ausencia se siente en cada rincón, en las rutinas, en las conversaciones que ya no se tendrán y en los abrazos que quedaron pendientes. El dolor que acompaña al duelo no es un error ni un signo de debilidad; al contrario, es la manifestación más pura del amor que existió. Llorar, sentir la herida abierta y extrañar con intensidad es, en realidad, una forma de honrar lo que esa persona significó.

El dolor es el eco de un vínculo que fue verdadero.

Aunque la persona ya no esté físicamente, no desaparece del todo. El amor no muere con la partida. Podemos seguir conectando con quienes amamos de maneras distintas: a través de sus enseñanzas, de las frases que solían repetir, de las costumbres que dejaron sembradas en nuestra vida. A veces, basta con escuchar una canción, preparar una receta familiar o recordar un consejo que nos dieron para sentir que vuelven a estar presentes. En esas pequeñas huellas encontramos compañía y fuerza.


El duelo, aunque duro y lleno de altibajos, es también un camino hacia la integración de la pérdida. No se trata de “superar” al ser querido, sino de aprender a llevarlo de otra manera: en el corazón, en la memoria, en cada elección que hacemos inspirados por lo que aprendimos a su lado. La ausencia se transforma en presencia distinta, más silenciosa, pero igualmente real.


Honrar el dolor es también una manera de honrar el amor. Permitirse sentir la tristeza abre espacio para reconocer cuánto significó esa persona en nuestra vida y con el tiempo, esa herida se vuelve un recordatorio: amamos tanto que la pérdida nos duele, y a pesar de ello seguimos adelante, llevando con nosotros la luz de lo compartido.


Perder a alguien querido cambia la vida, pero no borra la historia vivida. Nos quedamos con las risas, con los momentos que marcaron, con la manera en la que esa persona nos ayudó a ser quienes somos hoy. Ellos viven en nosotros cada vez que decidimos amar con la misma fuerza con la que fuimos amados.


El duelo también nos invita a reconocer nuestra propia vulnerabilidad y humanidad. Nos recuerda que la vida es finita, que nada está garantizado y que cada instante compartido es un regalo, a partir de esa conciencia, muchas veces aprendemos a valorar más lo cotidiano: un café en compañía, una llamada inesperada, una palabra de aliento. El dolor se convierte entonces en un maestro silencioso que nos enseña a vivir con mayor presencia y gratitud.


Y aunque cada duelo es único y personal, también es un camino que no tenemos por qué recorrer solos. Compartir recuerdos, hablar de quien partió, abrazar la tristeza en compañía puede darle un sentido distinto a la pérdida. Al recordar juntos, la memoria se vuelve más fuerte, y esa persona sigue estando viva en las historias que se cuentan y en la forma en que inspiró a todos los que la amaron.


Psic. Paulina Mariscal 


 
 
 

Entradas recientes

Ver todo
Mejora tu calidad de sueño 

Generar hábitos saludables para mejorar tu calidad de sueño es invertir en tu bienestar, energía y claridad. Toma en cuenta que la calidad del sueño influye directamente en nuestro estado de ánimo, co

 
 
 

Comentarios


bottom of page