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El ciclo sin fin de la ansiedad 

  • Foto del escritor: Alexa Perez Salazar
    Alexa Perez Salazar
  • 20 ago
  • 2 Min. de lectura

Seguramente más de una vez has sentido esa sensación de nervios en el estómago, el corazón acelerado o la mente dando mil vueltas. Eso es lo que llamamos ansiedad y aunque parezca paradójico, no busca dañarnos realmente es todo lo contrario ya que su función original es protectora: busca prevenirnos de cualquier situación desagradable y para cumplir ese rol tiende a catastrofizar, exagera los escenarios y pinta lo peor que podría pasar.


Entonces el verdadero problema no es sentir ansiedad, sino todo lo que hacemos para evitarla, porque ahí es donde entramos en un ciclo que parece no tener fin.


Pero ¿cómo comienza el ciclo? Bueno, este inicia con una situación detonante: puede ser un malestar físico, un pensamiento inesperado o una situación de incertidumbre. Ese evento se conecta con un miedo específico de la persona: miedo a enfermar, a ser rechazado, a fracasar, a perder el control. En ese momento, el cuerpo reacciona. La ansiedad activa una respuesta fisiológica al miedo: el corazón late más rápido, la respiración se acelera, los músculos se tensan. Nuestro sistema nervioso simplemente hace lo que está diseñado para hacer: ponernos alerta frente a un posible peligro.


Sin embargo, es hasta este punto qué se encuentra la parte clave que es la que realmente mantiene el ciclo. Ya que realmente nunca nos han enseñado a tolerar el malestar y se nos repite que “tenemos que estar bien”, buscamos quitar de inmediato esas sensaciones incómodas, ya sea evitando situaciones, distrayéndonos en exceso, revisando una y otra vez, pidiendo tranquilidad a otros o incluso controlando compulsivamente.


Y sí, en el corto plazo estas estrategias parecen funcionar: la ansiedad baja y sentimos alivio. El problema es que, a largo plazo, estas conductas solo refuerzan el ciclo. El mensaje que aprende nuestro cerebro es: “esto era realmente peligroso, menos mal que lo evitaste”, no nos damos la oportunidad de ver que es lo que realmente sucedería y es así como la ansiedad cada vez se vuelve más fuerte. 


Pero entonces se estarán preguntando ¿cómo se rompe el ciclo? Bueno pues realmente la única forma de interrumpir el ciclo de la ansiedad es enfrentando las situaciones que tememos, sin usar la evitación. Esto no significa lanzarse de golpe a lo más difícil, sino aprender a exponernos poco a poco, tolerando la incomodidad, la incertidumbre y descubriendo por nuestra propia cuenta que es lo que realmente pasaría si hago aquello que me da ansiedad. Es en ese proceso donde el cerebro aprende algo nuevo: “puedo con esto, no necesito escapar”. Con cada experiencia de exposición, la ansiedad pierde fuerza y recuperamos libertad.


Psic. Paulina Mariscal

 
 
 

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