El cambio se construye en equipo
- Alexa Perez Salazar
- 10 nov
- 2 Min. de lectura
Iniciar un proceso terapéutico es un acto de valentía. Implica mirarse de frente, explorar lo que duele y abrirse a nuevas formas de comprenderse y de actuar. Pero una parte esencial para que esto pueda darse, es la adherencia al tratamiento, es decir, el compromiso constante con el proceso que se inicia.
No basta con asistir a terapia de vez en cuando o esperar que las cosas cambien solo con hablar. La psicoterapia funciona cuando hay continuidad, disposición y confianza mutua. El terapeuta aporta conocimiento, acompañamiento y guía; pero el consultante es quien, con su apertura y trabajo personal, convierte ese acompañamiento en transformación y eso requiere esfuerzo, voluntad y disciplina.
Desde la psicología clínica, sabemos que la adherencia terapéutica está directamente relacionada con los resultados del tratamiento. Interrumpir sesiones con frecuencia, no realizar las tareas o evitar temas relevantes puede frenar el avance, no porque la persona no quiera sanar, sino porque el proceso emocional necesita ritmo y consistencia para poder integrar los cambios.
También es importante la alianza terapéutica: la relación de confianza, respeto y colaboración entre terapeuta y consultante. Cuando existe un vínculo genuino y seguro, el espacio terapéutico se convierte en un lugar donde se puede explorar sin miedo a equivocarse, dudar o sentir. Y es en esa confianza donde el proceso se vuelve más humano, más real y más efectivo.
La terapia no es algo que el terapeuta “hace” sobre el paciente; es un trabajo conjunto. Requiere sinceridad, paciencia y compromiso de ambos lados. A veces habrá avances, otras veces retrocesos, pero cada sesión sostenida con constancia es una oportunidad de crecimiento.
Adherirse al proceso no es solo seguir asistiendo a terapia, es también creer en ella. Es confiar en que el cambio toma tiempo, y en que con honestidad y trabajo compartido, las piezas comienzan a acomodarse. Porque al final, la psicoterapia no se trata sólo de sanar, sino de aprender a caminar acompañado.
Psic. Emma S. Urtiz
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