Cuando una relación de pareja termina, la vida continúa.

Terminar una relación de varios años nunca es fácil. No es solo despedirse de una persona, también es soltar rutinas, planes y hasta una parte de quién eras a partir de esa relación. Es normal sentir tristeza, enojo, miedo o incluso vacío. A veces aparece la idea de que “no voy a poder sola/o” o “ya no tiene sentido lo que viene”. Pero, aunque no sea sencillo, sí es posible atravesar este proceso y salir fortalecido.

Algunas estrategias que pueden ayudar son:

• Permitir sentir. Evitar el dolor solo lo hace más intenso. Darse permiso de llorar, escribir lo que duele o simplemente reconocer: “esto me lastima”, es un primer paso para liberar lo que se está viviendo.

• Cuidar lo básico. Comer, dormir y moverse parecen cosas pequeñas, pero cuando hay una ruptura, lo más cotidiano puede convertirse en sostén. Mantener una rutina simple ayuda a que el día no se sienta tan pesado.

• Hablarlo con alguien de confianza. Compartir lo que pasa con una amistad, un familiar o alguien cercano permite no cargar con todo en silencio. Ponerlo en palabras ayuda a ordenar las emociones.

• Recuperar espacios propios. Después de una relación larga, a veces se olvida qué cosas disfrutabas hacer por ti misma/o. Retomar hobbies, salir a caminar o probar algo nuevo ayuda a reconectar con tu identidad.

• Mirar hacia adelante poco a poco. No se trata de tener claro “qué sigue” de inmediato. Basta con dar pasos pequeños: plantearse metas a corto plazo y reconocer los avances, aunque parezcan mínimos.

  
  

Terminar una relación de pareja duele, y nadie puede negar eso. Pero es un dolor que puede transformarse. No es rendirse, sino un acto de honestidad con una/o misma/o: aceptar que esa historia llegó a su fin y, desde ahí, abrir espacio a nuevas posibilidades. Quizás no sea el final que esperabas, pero puede ser el inicio de una vida más auténtica, construida en coherencia con lo que realmente importa para ti.

Psic. Katya Margarita Ruiz Villalobos