Cuando el autocuidado se vuelve otra forma de exigencia
- Alexa Perez Salazar
- 11 nov
- 2 Min. de lectura
En los últimos años, “autocuidado” dejó de ser un gesto íntimo para convertirse en una lista de marketing: apps para meditar, rutinas matutinas, hábitos de productividad emocional y “retos” que prometen la versión ideal de ti en 21 días. No es extraño que muchas personas lleguen a la consulta agotadas después de intentar cumplir con un estándar de autocuidado que, irónicamente, las desborda. El problema no es el valor del autocuidado; el problema es la expectativa que convertimos en otra tarea más.
Autocuidarse genuinamente implica atender las propias necesidades de forma respetuosa y compasiva, no transformar el cuidado en un proyecto de mejora constante. Hay una diferencia importante entre reservar tiempo para un baño relajante y programar cuatro rituales diarios que, cuando no se cumplen, generan culpa.
¿Qué ocurre cuando el autocuidado se vuelve exigencia? Primero, deja de funcionar como regulador: en lugar de aliviar, genera ansiedad adicional. Segundo, convierte la conexión consigo mismo en una métrica de productividad “¿cuánto me autocuidé hoy?” y eso es contradictorio con el objetivo original. Y tercero, crea una trampa moral: si descanso poco, me culpo; si descanso mucho, siento que fallo en algo que ni siquiera era una competencia al inicio.
En terapia trabajamos la intencionalidad del autocuidado: ¿lo que haces te conecta con lo que valoras o solo te distrae de sentirte mal? Hacer ejercicio por salud y por placer se parece poco a ejercitarse por “ser la versión productiva de mí”. Guardar esa diferencia marca la calidad del autocuidado. Algo importante es planificar descansos sin culpa: programar pausas que permitan recargar energía y tratarlas con la misma seriedad que una cita importante.
Hay que decirlo con claridad: a veces lo más valiente que puedes hacer es no hacer nada planificado y dejar que el día te acaricie o te tumbe. Y sí, la vida moderna no siempre respeta la desaceleración, pero aceptar que el autocuidado no es una lista sino una práctica relacional con uno mismo es liberador.
Cuando el autocuidado deja de ser otra demanda, recupera su función: sostener, nutrir y humanizar.
Psic. Cindy Navarrete
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