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Conductas evitativas: cuando huir parece más fácil

  • Foto del escritor: Alexa Perez Salazar
    Alexa Perez Salazar
  • 7 oct
  • 2 Min. de lectura

Todos en algún momento hemos evitado algo que nos incomoda: posponer una tarea difícil, no contestar un mensaje que nos genera ansiedad, o incluso rechazar una invitación social porque tememos ser juzgados. A primera vista, estas conductas parecen inofensivas, pero con el tiempo pueden convertirse en un círculo que limita nuestra vida.


¿Qué son las conductas evitativas?

Las conductas evitativas son aquellas acciones que realizamos para escapar, retrasar o reducir el contacto con situaciones que nos generan malestar emocional, incomodidad, ansiedad o miedo.

La lógica detrás de evitarlas suele ser: “si no lo enfrento, me sentiré mejor”. Y sí, a corto plazo sentimos alivio. El problema es que este alivio momentáneo refuerza el hábito de evitar y nos impide aprender que, en realidad, sí podemos manejar la situación.


Ejemplos de conductas evitativas

  • Procrastinación: dejar para después tareas importantes por miedo a equivocarnos o sentirnos incapaces.

  • Evitar conversaciones difíciles: no expresar lo que sentimos para no generar conflicto.

  • Aislamiento social: rechazar invitaciones o actividades por temor al juicio de los demás.

  • Distracciones constantes: usar redes sociales, series o videojuegos como forma de no conectar con nuestras emociones o pendientes.


¿Por qué evitamos?

El ser humano busca naturalmente reducir el malestar. Evitar es una estrategia rápida y aparentemente efectiva, porque baja la ansiedad en el momento. Sin embargo, nuestro cerebro aprende: “huir = seguridad”, y cada vez será más difícil afrontar lo que evitamos.

Con el tiempo, esto puede traer consecuencias como:

  • Aumento de la ansiedad.

  • Posible episodio de depresión.

  • Problemas en relaciones interpersonales.

  • Menor confianza en las propias capacidades.

  • Estancamiento en metas personales o profesionales.


¿Cómo empezar a romper el ciclo?

La idea no es dejar de sentir miedo o incomodidad —eso es imposible—, sino aprender a relacionarnos distinto con ellos. Algunas estrategias son:


  1. Dar pasos pequeños: enfrentarse de manera gradual a lo que evitamos, en lugar de hacerlo todo de golpe.

  2. Reconocer emociones: aceptar que sentir ansiedad o miedo es parte natural de la experiencia humana.

  3. Usar el mindfulness: estar presentes en el momento sin juzgar, observando cómo aparece la incomodidad.

  4. Buscar apoyo: ya sea en personas de confianza o en terapia psicológica, el acompañamiento facilita el proceso.


En resumen

Las conductas evitativas pueden parecer una solución en el corto plazo, pero nos encierran en un ciclo que limita nuestra vida. Enfrentar poco a poco esas situaciones incómodas, con paciencia y apoyo, nos permite ganar confianza y libertad.

La clave no es dejar de sentir miedo, sino aprender a vivir con él y avanzar a pesar de su presencia.


Psic. Gerardo Valle


 
 
 

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