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Autocompasión: el arte de tratarnos con amabilidad

  • Foto del escritor: Alexa Perez Salazar
    Alexa Perez Salazar
  • 11 sept
  • 2 Min. de lectura

Durante mucho tiempo se nos enseñó a ser exigentes con nosotros mismos. Se nos repetía que había que esforzarse más, que “no era suficiente”, que el error era una falla que había que corregir de inmediato. Así, crecimos con la idea de que la autocrítica dura era la clave para mejorar, cuando en realidad, lo único que logra es desgastarnos y alejarnos de nosotros mismos, y es ahí donde entra la autocompasión.


La autocompasión no significa sentir lástima por uno mismo ni justificarse para no cambiar. Se trata de algo mucho más profundo y sanador: aprender a tratarnos con la misma amabilidad con la que trataríamos a alguien que amamos. Es reconocer que, al igual que todos, somos humanos y que, por lo tanto, cometer errores, sentir dolor o atravesar dificultades es parte de la experiencia de vivir. En lugar de castigarnos por ello, la autocompasión nos invita a apapacharnos en este proceso de autoconocimiento y crecimiento.


Practicar la autocompasión implica tres actitudes esenciales: ser conscientes de lo que sentimos sin negarlo, recordar que no estamos solos en nuestras luchas y hablarnos con palabras de apoyo en lugar de críticas destructivas. No se trata de evadir la responsabilidad ni de ignorar las áreas en las que podemos mejorar, sino de acompañarnos de una manera más humana y constructiva durante el proceso.


Cuando elegimos la autocompasión, comenzamos a relacionarnos con nuestras heridas desde el cuidado, no desde el rechazo y eso cambia por completo la forma en que enfrentamos la vida, en vez de quedarnos atrapados en el “no soy suficiente”, aprendemos a decirnos “estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo”. Esa frase, lejos de paralizarnos, nos da fuerza para seguir intentando.


La autocompasión es, en realidad, una herramienta de crecimiento. Nos ayuda a levantarnos con más rapidez después de un tropiezo, a cuidar de nuestra salud emocional y a construir relaciones más sanas, porque quien se trata con respeto y ternura es capaz de tratar a los demás con esa misma calidad humana. En un mundo que constantemente nos exige más, regalarnos compasión a nosotros mismos no es un acto de debilidad, sino de valentía y amor puro.


Al final, cultivar la autocompasión es aprender a ser nuestro propio refugio. Significa saber que, pase lo que pase, contaremos con alguien que nos sostenga: nosotros mismos y cuando aprendemos a hablarnos con bondad, descubrimos que la fuerza no siempre nace de la dureza, sino de la suavidad con la que nos tratamos en los momentos más difíciles.


Psic. Paulina Mariscal 


 
 
 

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