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Aprender a sostenerse y el poder de la autovalidación

  • Foto del escritor: Alexa Perez Salazar
    Alexa Perez Salazar
  • 8 nov
  • 2 Min. de lectura

A lo largo de la vida buscamos ser comprendidos, escuchados y aceptados. Que alguien nos diga “te entiendo” o “tiene sentido lo que sientes” puede tener un efecto muy reparador. Pero ¿qué pasa cuando ese reconocimiento no llega desde fuera? Ahí es donde entra la autovalidación: la capacidad de reconocer nuestra propia experiencia sin juzgarla ni minimizarla. 


Validarse no significa estar de acuerdo con lo que sentimos, sino reconocer que lo que sentimos tiene una razón de ser. Es decirse internamente: “Tiene sentido que me sienta así, dadas las circunstancias que viví.” En lugar de luchar contra la emoción, la aceptamos como parte de nuestra humanidad.


La falta de autovalidación suele venir acompañada de frases internas como “no debería sentir esto”, “hay gente que está peor” o “tengo que superarlo ya”. Aunque parezcan intentos de fortaleza, en realidad invalidan la experiencia y aumentan el sufrimiento. Cuando negamos lo que sentimos, lo intensificamos. 


Validar no es quedarse atrapado en la emoción, sino crear espacio para sentir sin juicio. Podemos hacerlo con pequeños gestos:

  • Nombrar lo que sentimos con honestidad.

  • Recordar que nuestras emociones son respuestas, no defectos.

  • Tratar nuestro malestar con la misma empatía que ofreceríamos a alguien querido. 


La autovalidación nos permite dejar de buscar fuera la aprobación que podemos darnos dentro. Nos ayuda a transitar el dolor sin exigirnos eliminarlo. Y, paradójicamente, cuando dejamos de pelearnos con lo que sentimos, el malestar empieza a calmarse. 


Validarnos no nos hace débiles, nos hace reales. Nos recuerda que sentir no es fallar, sino estar vivos. Y que a veces, el primer paso para sanar no es cambiar lo que sentimos, sino mirarlo con comprensión.


Psic. Katya Margarita Ruiz Villalobos


 
 
 

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