Aprender a equivocarse: el verdadero camino al crecimiento
- Alexa Perez Salazar
- 11 sept
- 2 Min. de lectura
Desde pequeños, muchos crecimos con la idea de que equivocarse era sinónimo de fracaso. Se nos enseñó que después de un error vendría un regaño, una mirada de desaprobación, un grito o incluso la humillación. Por eso, con el tiempo, aprendimos a temerle al error como si fuera un enemigo a evitar a toda costa. Pero la realidad es que equivocarse no solo es inevitable, sino también necesario para crecer.
Los errores son maestros disfrazados. Cada vez que algo no sale como esperábamos, se abre la puerta a la reflexión, a la autocrítica constructiva y, sobre todo, al aprendizaje.
Ningún acierto llegó por arte de magia: los logros de hoy fueron intentos fallidos en el pasado, pasos inseguros que nos llevaron a encontrar nuevas formas de hacerlo mejor. Cuando cambiamos la mirada y entendemos que el error no nos define, descubrimos que es una herramienta poderosa para transformarnos.
Sin embargo, aprender a resignificar los errores no es sencillo, implica desafiar creencias muy arraigadas y reconocer que fallar no nos hace menos valiosos, sino profundamente humanos, es entender que cometer errores no significa “estar mal”, sino estar en proceso y cuando abrazamos esa idea, dejamos de vivir con miedo a decepcionar y empezamos a vivir con la libertad de experimentar. Los errores, más que un obstáculo, se convierten en escalones que nos impulsan hacia adelante.
También es importante recordar que cada equivocación nos deja un regalo: experiencia. No aprendemos a caminar sin caernos, no desarrollamos confianza sin pasar por la inseguridad, no alcanzamos madurez sin atravesar antes la inmadurez. El error es el espacio en donde se forja la resiliencia, esa capacidad de levantarnos una y otra vez y cuanto más nos damos permiso de fallar, más nos entrenamos en la paciencia, en la tolerancia a la frustración y en la compasión hacia nosotros mismos.
El verdadero crecimiento personal no se encuentra en evitar los tropiezos, sino en permitirnos transitar por ellos con apertura y humildad, caer y levantarse fortalece el carácter, enseña paciencia y nos recuerda que siempre hay espacio para mejorar. A fin de cuentas, la vida no se trata de coleccionar victorias perfectas, sino de atreverse a equivocarse con la certeza de que, en cada error, hay un camino hacia una versión más sabia y auténtica de nosotros mismos.
Psic. Paulina Mariscal
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