No todo el que llega merece quedarse

No todas las personas que llegan a tu vida merecen quedarse. Y no es soberbia, es autocuidado. Tener un filtro en tus relaciones no significa cerrarte, sino ser consciente de quién puede acompañarte sin dañarte.

A veces, por miedo a la soledad o por el deseo de sentirnos acompañados, dejamos entrar a cualquiera en nuestra vida. Incluso a quienes no respetan nuestros límites, no valoran nuestro tiempo o no corresponden a nuestro afecto. Y lo justificamos diciendo: “nadie es perfecto”, “seguro cambiará”, o “no quiero parecer exagerada”.

Pero permitir la cercanía de alguien que constantemente vulnera tu tranquilidad es como abrirle la puerta de tu casa a una persona que sostiene un bate en la mano y dice: “No prometo no romper nada”. Puedes dejarlo entrar, claro, pero no puedes sorprenderte cuando empiece a destrozar lo que tanto te costó construir.

Tener un filtro significa establecer criterios para las personas que pueden permanecer en tu vida. No se trata de exigir perfección, sino de reconocer que mereces relaciones donde exista reciprocidad, cuidado y respeto mutuo. Este filtro es una manera de comunicar a los demás:

“Así es como quiero que me traten. Si puedes respetarlo, eres bienvenido. Si no, la puerta sigue abierta, pero para salir.”

Quien se queda lo hace porque quiere compartir desde un lugar saludable; quien se va, simplemente no estaba listo para hacerlo. Ambas cosas están bien.

Poner límites no es rechazar el amor, sino protegerlo. Es recordar que la compañía que obtienes al ceder ante lo que te lastima no compensa la paz que pierdes.

El verdadero crecimiento personal también se refleja en la capacidad de elegir relaciones que te ayuden a mantenerte en equilibrio, que te inspiren a ser mejor y que te brinden tranquilidad. Tener un filtro es una forma de respeto hacia ti misma, una forma de decirte: “mi bienestar también importa”. 

Psic. Cindy Navarrete